La infección por el virus SARS-CoV2 es una condición altamente contagiosa que puede llevar a una insuficiencia respiratoria severa y a una muerte prematura. La pandemia actual ha provocado que desde abril de este año aproximadamente un tercio de la población mundial haya sufrido algún tipo de restricción de la movilidad o confinamiento.
Globalmente la enfermedad cardiovascular sigue siendo la primera causa de mortalidad, cobrándose vidas de millones de personas cada año, de las cuales el 85% se producen por infarto de miocardio o ictus y más de un tercio en personas menores de 70 años.
En este periodo de tiempo desde el inicio de la pandemia se ha observado una disminución de la hospitalización por infarto agudo de miocardio al igual que por un accidente cerebrovascular (ictus).
Esta información se ha confirmado en un registro realizado por la Sociedad Europea de Cardiología1 en el que se objetivó el descenso en la atención por los Servicios de Emergencias e ingresos en Urgencias por infarto agudo de miocardio de entre el 25-40%. Estos datos se han corroborado en España en un registro nacional en 90 centros en el que se observó un descenso de procedimientos cardiológicos intervencionistas en general, de un 40% en el contexto de un infarto agudo de miocardio2 suponiendo todo esto un riesgo de un gran perjuicio. Uno de los principales motivos encontrados fue el temor a sufrir una infección al acudir al centro hospitalario.
Se ha sugerido que el cese de las actividades habituales podría reducir algunos desencadenantes de eventos cardiovasculares agudos, tales como la menor exposición a la contaminación medioambiental o el menor estrés social. Sin embargo, estos efectos podrían estar contrarrestados por el impacto del estrés psicológico por el distanciamiento social, el miedo al desempleo o la incertidumbre sobre el futuro inmediato y a largo plazo.
De la misma manera, la restricción de la movilidad y la carga asistencial que ha supuesto la atención sanitaria a la infección por el SARS-CoV2, ha generado una reducción de la atención médica a pacientes para controles rutinarios, con el consecuente posible deterioro del seguimiento de la evolución de la enfermedad y de la vigilancia de la salud sobre todo relacionada a los factores de riesgo cardiovasculares como la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia, la diabetes mellitus y el tabaquismo o simplemente de la primera valoración clínica para nuevos síntomas.
Al respecto, existe una percepción del personal sanitario de que el confinamiento ha supuesto en las personas un descuido de la dieta, sobre todo a costa del aumento en la ingesta, que sumado a la disminución de la práctica de ejercicio se ha traducido en el aumento del peso y en el empeoramiento del control de los factores de riesgo ya citados previamente, suponiendo todo esto un aumento del riesgo de sufrir eventos cardiovasculares agudos.
En conclusión, la situación de pandemia actual ha provocado un deterioro en la atención de la salud y en el control de los factores de riesgo de los pacientes con enfermedades cardiológicas. Por ello, es muy importante que los pacientes soliciten atención médica especializada sobre todo cuando aparezcan nuevos síntomas y que además reinicien sus controles periódicos en cuanto la situación epidemiológica lo permita. El retraso de estas consultas puede suponer un riesgo para las personas con enfermedades crónicas cardiacas.
Referencias:
- Pessoa-Amorim G. et al. Admission of patients with STEMI since the outbreak of the COVID-19 pandemic. A survey by the European Society of Cardiology, European Heart Journal – Quality of Care and Clinical Outcomes, , qcaa046, https://doi.org/10.1093/ehjqcco/qcaa046
- Rodríguez-Leor, O. et al. Impacto de la pandemia de COVID-19 sobre la actividad asistencial en cardiología intervencionista en España. REC Interv Cardiol. 2020;2:82-89
Dr. Thomas A. Brouzet
Dr. Patricio Pérez Berbel
Dr. Francisco Colomina Climent
Dr. Juan Antonio Quiles Llorens
Unidad de Cardiología Clínica e Imagen Cardiaca
Clínica HLA Vistahermosa