La enfermedad por coronavirus, acrónimo en inglés COVID-19, es una enfermedad infecciosa producida por el virus SARS-CoV-2. Fue descrita por primera vez en la región de Wuhan (China) en diciembre de 2019, extendiéndose posteriormente por todo el mundo hasta ser declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como pandemia en marzo de 2020.
Esta enfermedad puede producir una afectación sistémica, con una especial predilección por el aparato respiratorio que conlleva el desarrollo de neumonía (con la aparición de infiltrados parcheados bilaterales en vidrio deslustrado que suelen evolucionar a consolidaciones de predominio periférico), con la consiguiente aparición de insuficiencia respiratoria aguda, de mayor o menor gravedad, responsable de la necesidad de soporte respiratorio invasivo e ingreso en UCI en las formas más severas.
Es por todos conocido el riesgo que tiene el humo del tabaco en el sistema inmune y, más concretamente, a nivel pulmonar, favoreciendo el desarrollo de infecciones respiratorias y aumentando su gravedad. Ello podría ser el detonante que, sumado a las distintas comorbilidades presentes en un paciente, fuese responsable del desarrollo de formas y presentaciones más graves de enfermedad respiratoria, peor evolución y pronóstico y desenlace fatal. Teniendo en cuenta esto, que el actual SARS-CoV-2 utiliza el receptor de la ECA 2 para invadir y producir daño en las células epiteliales y que los fumadores presentan una expresión aumentada de dicho receptor, es esperable que las personas con tabaquismo activo tengan mayor facilidad para contraer la infección y mayor riesgo de desarrollar formas más graves de COVID-19.
Además del riesgo individual, el consumo de tabaco podría aumentar la probabilidad de contagio por la COVID-19, aunque aún se necesita evidencia más sólida. El humo exhalado puede contener partículas víricas, convirtiéndose en un fácil medio de transporte para la trasmisión de SARS-CoV-2. La manipulación manual, el contacto mano-boca y con la mascarilla, también puede favorecer esta trasmisión. Al igual que el cigarro convencional, el cigarrillo electrónico o las pipas de agua, se puede convertir en un potencial agente transmisor del virus SARS-CoV-2.
El uso de cigarrillos electrónicos o vapeadores, no dejan de ser una fuente de exposición a tóxicos que generan el mismo daño en el aparato respiratorio que el tabaco convencional, por no hablar del uso compartido de pipas de agua sin la higiene adecuada… favoreciendo la transmisión e infección por SARS-CoV-2 en esta pandemia.
El diagnóstico de la lesión pulmonar asociada al uso de cigarrillos electrónicos o productos de vapeo (EVALI) puede ser un desafío, ya que los síntomas y las imágenes de la TAC torácica son similares a otras enfermedades respiratorias como la neumonía bacteriana, el virus de la gripe estacional o la infección pulmonar por el coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19). La CDC considera “caso confirmado de EVALI”, si se ha consumido cigarrillos electrónicos (“vapeo”) en el periodo de 90 días antes de la aparición de síntomas y la presencia de infiltrado pulmonar, con opacidades en la radiografía simple de tórax o afectación en vidrio esmerilado en TC de tórax, en ausencia de infección pulmonar en los análisis iniciales. Los criterios mínimos para descartar infección son: resultado negativo en el perfil viral respiratorio y resultado negativo en la prueba PCR-RT , o prueba rápida para influenza, y son negativos los resultados en todas las demás pruebas de detección de enfermedad respiratoria infecciosa clínicamente indicadas (antígeno de Streptococcus pneumoniae y Legionella en orina, cultivo de esputo si hay tos productiva, cultivo de lavado broncoalveolar si se realiza, hemocultivos e infecciones respiratorias oportunistas relacionadas con el VIH si corresponde) y no hay evidencia en los registros médicos de diagnósticos alternativos aceptables (proceso cardiaco, reumatológico o neoplásico…).
Todo lo anteriormente expuesto parece demostrar una vez más y en un escenario inédito, los efectos nocivos del hábito tabáquico, no solo para el consumidor sino también para todos los que están a su alrededor. También, la prohibición de fumar en la vía pública o en espacios al aire libre cuando no se pueda respetar una distancia interpersonal mínima de dos metros, –medidas adoptadas por el Ministerio de Sanidad en agosto de 2020 con el fin de evitar o minimizar la trasmisión del virus y respaldada por las autonomías como plan de contingencia de la COVID-19–, pueden ayudar a conseguir más ambientes libres de humo.
Ahora, más que nunca, es el momento de buscar esa promoción de salud y prevención de la enfermedad, ya que la implicación de un sanitario en la cesación tabáquica, sumado al tratamiento médico, triplica las posibilidades de éxito de abandono.
Por eso ahora es el momento de ayudar en el tratamiento médico, en todas sus modalidades, a todo fumador que esté dispuesto a hacer un intento serio de abandono, y motivar a la población sana para que no se inicie en dicho hábito, porque dejar de fumar puede ser especialmente importante para prevenir la infección y transmisión del SARS-CoV-2 y evitar complicaciones del COVID-19 en nuestro medio.
Dra. Cecilia Payá Llorens
Neumología HLA Vistahermosa